lunes, 21 de junio de 2010

Desiderio José Mercier


"Voy a revelaros un secreto de felicidad y santidad. Si cada día, durante cinco minutos, sabéis callar a vuestra imaginación, cerrar los ojos a las cosas sensibles y los oidos a las cosas de la tierra para entrar dentro de vosotros mismos, y allí, en el santuario de vuestra alma bautizada, que es el Templo de Espíritu Santo, hablad a ese divino Espíritu diciéndole:

¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma! Yo te adoro, ilumíname, guíame, consuélame, fortaléceme, dime que debo hacer, dame tus órdenes. Te prometo someterme a todo lo que quieras de mi y aceptar todo lo que permitas que me suceda; solamente te pido conocer tu voluntad. Amén.

Si hacéis esto, vuestra vida se deslizará feliz, serena y llena de consuelo, aún en medio de las penas, porque la gracia será proporcionada a la prueba dándoos fuerza para soportarla, y llegaréis a las puertas del paraíso cargados de méritos. Esta sumisión al Espíritu es el secreto de la Santidad".

lunes, 14 de junio de 2010

Los Nadie


Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadie con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte,
pero la buena suerte no llueve ayer,
ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadie la llamen,
aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre,
muriendo la vida,
jodidos,
rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.

jueves, 10 de junio de 2010

¡Hogar, dulce hogar?


Una habitación propia con cerrojo y 500 libras al año. Esto es lo que, en 1928, pensaba Virginia Woolf que necesitaban las mujeres para poder escribir buenas novelas.
Ahora, tanto mujeres como hombres dicen necesitar “un espacio” en el hogar donde poder aislarse. Porque todo el tiempo viéndose las caras no hay quien lo aguante. Y eso se comprende. El hombre de clase media, por lo general, siempre y de toda la vida ha procurado consagrar una habitación de su casa para convertirla en “su despacho”, le fuera éste necesario -profesionalmente hablando- o no, su cuarto para hacer bricolaje y/o navegar por Internet, etc. También es moda para ellos pasar el rato de aislamiento en el garaje del chalé o en la bodeguilla que algunos construyen. La mujer, hasta ahora, se ha conformado relegándose a cualquier sitio, y/o relajándose en el “cuarto de la plancha”, p. ej. Aunque no todas, las más afortunadas también dedican una habitación entera para sí mismas, para encerrarse a ratos –una de mis tías lo hacía para tocar el piano-, que es muy importante hacer lo que les venga en gana en soledad. Claro que todo es una cuestión de espacio. O lo tienes o no lo tienes, y éste cada vez es más escaso.
Pero lo chocante es lo que me ha contado una mujer que vive en EE.UU.
Ella y su marido, ambos católicos, decidieron casarse pero no compartir la misma casa, aunque sí edificio, de tal manera que ella vive en un amplio tercer piso y su cónyuge en el quinto, igualmente holgado. Se llevan fenomenal, se aman muchísimo, pero no les es suficiente lo de la habitaciones propias, pues, según ellos y al parecer para una buen número de parejas estadounidenses, la cuestión crucial para la felicidad matrimonial es que cada cual tenga no ya su propio espacio, sino su propia casa, y, por supuesto, vivan cada uno en la suya, decorada a su gusto. Y como necesitan esta clase de independencia, les parece insuficiente hasta compartir la misma planta, no, esto sería demasiado cerca, algo expuesto. ¡El ascensor resulta imprescindible!
¿No es un concepto de “hogar” harto novedoso por no decir muy raro? Estos tienen 2 hijos en común, repartidos, el mayor vive con el padre y el menor con la madre. Por supuesto, pasan muchos ratos todos juntos y es frecuente que el padre duerma en casa de la madre o viceversa.
Cuando me lo contó, asegurándome que mucha gente de por allí viven así el matrimonio, no por desamor, sino por necesidad de guardar la respectiva intimidad…, ciertamente, me pareció paradójico, apenas lo entendí.
¿Tú lo entiendes?
Como decía el Guerra, hay gente pa tó.