viernes, 13 de junio de 2008


(Permítaseme esta pequeña especulación inocente, sin otro objeto que el de estimular a los verdaderos entendidos a aclararnos alguna cuestión, como hacía nuestro maestro nacional Benjamín Núñez)
Tengo entendido que Newton, pese a su religiosidad, concibió un universo eterno e infinito, en contradicción con la doctrina cristiana. También estaba en contradicción con la ley de la gravedad, descubierta por él, contradicción solo percibida mucho tiempo después, y más a través de la observación que de la argumentación. Mucho antes de esas observaciones se había argumentado también que, si Newton tuviera razón, habría habido tiempo de sobra para que el cielo estuviera lleno de luz, día y noche, y nosotros probablemente asados sobre la superficie terrestre.Esta idea de la eternidad, muy antigua, ha producido especulaciones como la del eterno retorno, retomada por Nietzsche, según la cual –si no la he malentendido– todas las combinaciones posibles se agotan en la eternidad y por tanto han de repetirse; idea poco acertada, me parece, pues bastan dos elementos para producir combinaciones inagotables, sin fin, como prueba la informática.La idea de un tiempo sin principio ni fin (en cierto modo el tiempo absoluto de Newton) es una extensión mental de la experiencia práctica; parece lógica, pero en realidad choca con esa experiencia, que observa el tiempo como sucesión de sucesos, valga la expresión. Sucesos necesariamente efímeros, para los cuales nuestra mente ha diseñado el marco no natural de los minutos y las horas. Pero resulta difícil concebir una eternidad compuesta de sucesos efímeros. Pues tan pronto se introducen los sucesos en la eternidad, esta queda abolida al entrar en ella el principio y el fin. Solo cabe concebir la eternidad como la ausencia de sucesos, en definitiva como la abolición del tiempo.Esto, permítaseme otra pequeña digresión quizá traída por los pelos, me lleva a la noción del castigo eterno para los pecadores, al menos para los grandes pecadores. Como es sabido, Orígenes sostenía que en el final de los tiempos habría una especie de reconciliación general (apocatástasis), y pecadores y no pecadores volverían a unirse en Dios. Suena razonable, por cuanto la hipótesis de un castigo eterno, ilimitado, para los pecados, que son limitados por naturaleza, parece chocar con la idea de la justicia y la misericordia infinita de Dios. No obstante, San Agustín sostuvo la tesis contraria: el castigo sería eterno. Pero ¿qué significa esto? El mismo Agustín, creo recordar, opinaba que el tiempo aparece con el mundo, va intrínsecamente unido a él, por lo cual no puede ser eterno. Así, el concepto de eternidad debe aludir a otra cosa.
Pío Moa, 6 de junio de 2008.

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