
"Voy a revelaros un secreto de felicidad y santidad. Si cada día, durante cinco minutos, sabéis callar a vuestra imaginación, cerrar los ojos a las cosas sensibles y los oidos a las cosas de la tierra para entrar dentro de vosotros mismos, y allí, en el santuario de vuestra alma bautizada, que es el Templo de Espíritu Santo, hablad a ese divino Espíritu diciéndole:
¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma! Yo te adoro, ilumíname, guíame, consuélame, fortaléceme, dime que debo hacer, dame tus órdenes. Te prometo someterme a todo lo que quieras de mi y aceptar todo lo que permitas que me suceda; solamente te pido conocer tu voluntad. Amén.
Si hacéis esto, vuestra vida se deslizará feliz, serena y llena de consuelo, aún en medio de las penas, porque la gracia será proporcionada a la prueba dándoos fuerza para soportarla, y llegaréis a las puertas del paraíso cargados de méritos. Esta sumisión al Espíritu es el secreto de la Santidad".
¡Oh, Espíritu Santo, alma de mi alma! Yo te adoro, ilumíname, guíame, consuélame, fortaléceme, dime que debo hacer, dame tus órdenes. Te prometo someterme a todo lo que quieras de mi y aceptar todo lo que permitas que me suceda; solamente te pido conocer tu voluntad. Amén.
Si hacéis esto, vuestra vida se deslizará feliz, serena y llena de consuelo, aún en medio de las penas, porque la gracia será proporcionada a la prueba dándoos fuerza para soportarla, y llegaréis a las puertas del paraíso cargados de méritos. Esta sumisión al Espíritu es el secreto de la Santidad".