
Hoy, cuando rezaba frente a su lápida del cementerio me vino a la memoria esas gafas tan chulas y aquellas representaciones del paraíso con que mi madre nos obsequiaba y animaba de vez en cuando, pues fue mujer de robusta fe y le gustaba mucho hablarnos de cómo sería eso que “ni el ojo vió ni el oído oyó”( San Pablo, 1 Corintios 2,9) e igualmente de la dicha que sería poder ver a Dios “cara a cara” (y no morir en el intento, añado). Sí, mi madre creía con todas sus humanas fuerzas en Dios, e imagino y no me cabe duda, ahora estará contemplándolo. Por cierto, no sé qué pasó con sus hermosas gafas del premio, que fue a mí a quien envió a recogerlas…
4 comentarios:
¡Salud en el recuerdo de tu madre, Dyas!
Gracias,AMIGO...Tanbién estoy recordando a mi Madre, esa Señora que no me enseñó a llorar. Sólo a soñar...
Te mando un abrazo fraterno
Amalia
Pues tengo algo en común con ella. Esa gran frase de esperanza que la Biblia nos ofrece es la que siempre utilizo para hablar a mis hijos y amigos sobre lo que debe esperarnos en el cielo. Tanto que ni podemos imaginarlo. Me alegro de haberlo leido. Siempre aciertas. Un saludo
Hola, Dyas.
Ojalá te puedas dar una vuelta por mi blog, pues subí un artículo que sin duda te gustará:
http://ariastotelesplatonico.blogspot.com/2009/11/replica-falsedades-anticristianas.html
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